El Piojo está
acostumbrado a tener mi completa atención. Una vez que comienza a
hablar me gusta hacerle saber que lo estoy escuchando, por lo que
dirijo mi mirada hacia él. Sé que con ello le brindo seguridad y
ayudo a fortalecer su autoestima. No siempre puedo darle la atención
en el instante en el que lo desea. Aun así, cuando me habla me gusta
mirarlo; aunque sea sólo para decirle que en ese momento me es
imposible atenderlo, que necesito que me espere. Sé que él me
entiende y me espera.
El Piojo parece
sentirse seguro con esta dinámica. Si por alguna razón me habla y
no presto atención, de manera inmediata me dice “mami,
¡míiiirame!” Lo mismo sucede cuando después de dos o más
veces me habla y le digo que me espere un poco más. Y es que los
niños pequeños esperan con tal de conseguir un tiempo exclusivo de
dedicación y de mirada. Pero los adultos solemos hacerlos esperar
ante lo que creemos que son tareas urgentes o indelegables. ¿Qué
hay más urgente que satisfacer la necesidad de mirar a nuestros
hijos?
De
acuerdo con Laura Gutman, la mirada exclusiva es una de las
necesidades básicas de los bebés y los niños pequeños. Las
mujeres que trabajamos fuera del hogar regresamos cansadas, con
deseos de reencontrarnos con los niños pero también con las tareas
pendientes. Las que no trabajamos afuera, entramos en un ritmo
doméstico que no acaba nunca, y con la sensación de haber lidiado
todo el día con los niños, en realidad no nos hemos permitido
detenernos, mirarlos, observarlos y hacerles saber que hay un tiempo
y un espacio exclusivo para ellos. No es indispensable
jugar con el niño. Es indispensable mirarlo.
¿Qué opinión tienes al respecto?
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