jueves, 12 de julio de 2012

Mami, ¡mírame!


El Piojo está acostumbrado a tener mi completa atención. Una vez que comienza a hablar me gusta hacerle saber que lo estoy escuchando, por lo que dirijo mi mirada hacia él. Sé que con ello le brindo seguridad y ayudo a fortalecer su autoestima. No siempre puedo darle la atención en el instante en el que lo desea. Aun así, cuando me habla me gusta mirarlo; aunque sea sólo para decirle que en ese momento me es imposible atenderlo, que necesito que me espere. Sé que él me entiende y me espera.


El Piojo parece sentirse seguro con esta dinámica. Si por alguna razón me habla y no presto atención, de manera inmediata me dice “mami, ¡míiiirame!” Lo mismo sucede cuando después de dos o más veces me habla y le digo que me espere un poco más. Y es que los niños pequeños esperan con tal de conseguir un tiempo exclusivo de dedicación y de mirada. Pero los adultos solemos hacerlos esperar ante lo que creemos que son tareas urgentes o indelegables. ¿Qué hay más urgente que satisfacer la necesidad de mirar a nuestros hijos?

De acuerdo con Laura Gutman, la mirada exclusiva es una de las necesidades básicas de los bebés y los niños pequeños. Las mujeres que trabajamos fuera del hogar regresamos cansadas, con deseos de reencontrarnos con los niños pero también con las tareas pendientes. Las que no trabajamos afuera, entramos en un ritmo doméstico que no acaba nunca, y con la sensación de haber lidiado todo el día con los niños, en realidad no nos hemos permitido detenernos, mirarlos, observarlos y hacerles saber que hay un tiempo y un espacio exclusivo para ellos. No es indispensable jugar con el niño. Es indispensable mirarlo.

¿Qué opinión tienes al respecto?

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