Hace ocho meses me comprometí a adoptar
el ejercicio como parte de mi vida. Desde entonces he tenido diversos
intentos fallidos. Cuando me di cuenta que en realidad no estaba haciendo nada por alcanzar esta meta tan importante para mí
comencé a cuestionarme por qué.
De forma automática comenzaron a
surgir mis razones mis excusas para detener mis pequeños logros. A veces
dejé de caminar porque tenía gripa, molestias
en mi espalda o me dolía la cabeza.
Otras veces fueron los cólicos o el sueño. En realidad, todo se traducía
a falta de voluntad. Y de manera más profunda, a un autosabotaje para continuar en mi zona de confort. A partir de
ese momento me prometí no volver a permitirme excusas para abandonar el ejercicio.
Y fue así como hace cuatro
semanas retomé la caminata.
Durante la primer semana sentía
que me moría. Todo mi cuerpo me dolía y estaba a punto de tirar la toalla (sí, otra vez). En lugar de eso, encontré dentro de mí el coraje para seguir
adelante. La segunda semana me costó trabajo, pero me mantuve fuerte.
La tercer semana se me
presentaron muchos “diablitos” para tentarme a fallar. Un malestar de estómago,
una ligera gripa. Pero al final, me
sentí muy bien por haber sido constante.
Me sentía con mucha energía y fuerza, de mejor humor y con más condición
física. El domingo fuimos a celebrar el día del niño con mi Piojo a Six Flags y
todo el día anduvimos caminando de un juego a otro, de un espectáculo a otro
(generalmente al otro lado del parque). Terminé agotadísima y con un pretexto
casi infalible…
Esta última semana reconozco que
me costó mucho trabajo. Un gran
aprendizaje en este camino hacia la vida saludable ha sido escuchar mi cuerpo.
Si bien me he mantenido fuerte para no ceder ante pretextos disfrazados de
malestares, aprendí a reconocer una verdadera petición de mi cuerpo; por lo que
el lunes me quedé en casa. Sin embargo, el martes retomé con muchas ganas mi
caminata.
Aún no consideró estar del otro
lado, con el hábito de ejercitarme bien arraigado. Sin embargo, me siento muy feliz de haber cumplido estas
cuatro semanas, de haber pasado los 21 días en los que se supone se
adquiere un hábito.
Espero muy pronto contarles mis
siguientes pasos.
Y tú, ¿qué actividad física realizas? ¿Te ha costado trabajo ser
constante?