De acuerdo con las autoras de Cómo hablar para que los niños escuchen y
cómo escuchar para que los niños hablen una de las frustraciones inherentes
de la paternidad es la cotidiana lucha por lograr que nuestros hijos se
comporten en formas que sean aceptables tanto para nosotros como para la
sociedad. Todo esto puede ser una ardua labor cuesta arriba. Parte del problema
radica en el conflicto de necesidades. El adulto necesita cierta semblanza de
limpieza, orden, cortesía y rutina; al niño todo eso no le importa en lo más
mínimo.
Todos los padres queremos que nuestros hijos cooperen con nosotros. Y todos
los padres podemos lograr que nuestros hijos cooperen con nosotros. Todo
está en la forma de comunicarnos.
Los niños están descubriendo el
mundo. Tienen prisa de explorar, imaginar, crear, comunicar todo lo que pasa
por sus pequeñas cabecitas. En ese torbellino de emociones y sensaciones es
lógico que no haya cabida para el orden y para las normas sociales que los
padres queremos inculcarles.
Pedir a nuestros niños que hagan las cosas “porque lo digo yo” no es
respetuoso. Les enseña a no pensar por sí mismos, a someterse y no valorarse.
Tampoco son respetuosos (ni eficaces) los métodos tradicionales para obtener cooperación;
entre los que se encuentran las culpas, acusaciones, calificativos, amenazas,
órdenes, sermones, advertencias y otros.
Faber y Mazlish proponen un
simple ejercicio que consiste en observarnos en un día típico y hacer un
listado de aquellas cosas que insistimos en que los niños hagan o no.
Seguramente nos daremos cuenta que hay cosas que están de más. Habrá otras exigencias que no podemos evitar. Aquí
es donde debemos cambiar el chip. Si cada vez que les pedimos a nuestros hijos
que se laven los dientes o recojan sus juguetes lo hacemos usando los métodos
tradicionales sólo lograremos dañar su amor propio o dejarlos con sentimientos
negativos.
En cambio, podemos desarrollar nuevas
habilidades para obtener su cooperación al mismo tiempo que creamos un ambiente
de respeto.
·
- Describa lo que ve o describa el problema.
- Dé información.
- Dígalo con una palabra.
- Hable de sus sentimientos.
- Escriba una nota.
Estas habilidades obviamente no
funcionarán ni todo el tiempo ni con todos los niños. No se trata de técnicas para programar robots;
sino de estrategias positivas para alentar a los niños a cooperar a través de
una comunicación respetuosa.
Y tú, ¿cómo logras que tus hijos cooperen? ¿Sientes que la mayor parte
del tiempo eres el enemigo dictándoles qué hacer? ¿cómo crees que podrías
modificar ese patrón?
Tengo que decir que esto me ha sido de utilidad.
ResponderEliminarSi bien tendría que admitir que alguno de los otros
post distinto no me pareció tan bueno, el de esta vez me ha interesado bastante.
Gracias
my web site; Laura
Laura, qué bueno que te resultó de utilidad.
EliminarSaludos